jueves, 3 de febrero de 2011

UN MUNDO FELIZ



El templo era un lugar de sacrificio,
allí bajaban los dioses para beber la sangre,
se celebraba una orgía de carnes.

El templo sirvió para la oración y para el matadero,
Hasta el emperador se bañaba en la sangre del toro,
el pecador se bañaba en la sangre del Cordero.

Pero ahora no es así. El néctar de los dioses es insípido,
la gente buena prefiere el mundo amorfo de la belleza,
siente terror ante una erupción en la piel,
huyen como del infierno del maldito.

Han infectado la sangre de los pequeños y luego los destierran,
no quieren ver la verdad del más allá tan cerca,
se horrorizan del mal que han erigido en su estupidez moral,
y se consuelan con la leche del engaño.