miércoles, 15 de diciembre de 2010

Lengua Vieja


Mueca adorable,
eres tan antigua como el ser humano.
Fuiste parte de su abecedario primitivo de señas.
Ahora, sonrisa, habitas mi rostro en silencio.


Ojos chorreantes, enfermos.
Eras parte de las letras antiguas.
Te viertes ante el dolor o la alegría.
Cuando la cueva primitiva se inunda, tu abres paso como fuerte cascada.
También, lágrima, sueñas en silencio.

La Cueva


Llevo,
Humanidad indolente y apresurada al juicio sin misericordia,
llevo en mí aquella caverna primitiva que te protegió de los hielos.
Aquella misma cueva que cuidó tu fuego, se formó en mí, más allá de mi conciencia.
Desde que salí de ella, cuando construí la primera casa,
desde entonces ella se excava en mí.
No me juzguez sin justicia.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Ratones en el alma, 22 de julio de 2010. Camino a Bogotá.


El alma tiene un agujero para los ratones.
Ellos mismos lo construyeron con sus dientecitos níveos.
El alma deja escapar suspiros por ese hueco.
A veces deja salir sus tripas.
Eso sucede cuando tiene diarrea.

En el alma se almacenan como granos el dolor y la vida,
Como vino, los recuerdos y las esperanzas.

Los granos sirven como alimento y el vino como bebida.
En abundancia, son indigestión y borrachera.
La indigestión es dolor de estómago, baile de las vísceras;
La borrachera es la modorra de los sentidos.
No hay tonto más existencial y patético que,
Quien se lanza a la muerte, lleno y embriagado.

En el alma hay calor para los roedores del pasado
Y caricias para sus uñas trajinadas en el tiempo.

El calor no lo produce el fuego de la madera,
Se origina con el roce de las pieles velludas y grasientas.
Las caricias no son de una mano tierna,
Son pequeñas heridas que curan del miedo.

En el alma hay pulgas paseando con coronas de sangre.
También hay pelos sueltos volando hasta los rincones.

jueves, 8 de julio de 2010

DE LAS MIRADAS



De los ojos turbios que asustan a los muertos, Ten piedad,
De las miradas frías que paralizan, Ten piedad,
De los ojos profundos que arrojan los corazones al abismo, Ten piedad,
De las miradas arrogantes que retan a los más humildes, Ten piedad,
De la mirada inocente que provoca al monstruo, Ten piedad,
De las miradas solapadas de perfidia que mienten para proteger la verdad, Ten piedad.

sábado, 26 de junio de 2010

Benito seas por Dios



Imagínate un día en una fiesta. Has bailado tanto que decides tomar asiento para descansar. Te sientas, extiendes lo pies sobre otra silla. Estas distraído. De repente llega un joven, robusto, lleno de vida y se sienta en tus piernas. Es el mismo que has estado viendo durante el baile, el mismo que estuvo todo el tiempo con tu prima tratando de llevársela a la cama. La chica se distrae y él llega como de la nada a ti. Acuesta su pecho enérgico sobre tu estómago y su cara contra tu corazón. Lo abrazas. El tiempo se detiene.

Es fácil narrar acontecimientos. Es difícil contar cuanto sentí. Porque lo que te comento me ocurrió hace un par de días en unas bodas de oro del matrimonio de mi tío Juan. Sí. Fue el mismo día de san Juan y en una finca llamada san Juan. Ya entiendo por qué sucedió todo. El apóstol más joven quiso acostarse en el pecho de su maestro. ¿Sabría que soy profesor? Bueno, parece una analogía traída de los pelos aunque muy oportuna.

La eternidad termina. El chico se levanta. Vuelve al baile. Yo decido ir a cantar junto a los músicos borrachos. En un rincón de la casa la música moderna truena, en el zaguán, las cuerdas trinan, los boleros bailan. Y yo estoy con los guitarristas. Cantamos. A eso de las 4.30 de la mañana regresa el chico, ícono de san Juan. Se sienta en mis piernas. Lo abrazo por la espalda. Lo acerco a mi cuerpo. Nos estremecemos. Cada bolero lo cantamos viéndonos a los ojos, cada vez más cerca.

Sus ojos son un cielo negro y en el horizonte se alza una enorme estrella; brilla. Y ese cielo me mira, me anhela, me desnuda. Mi cabeza es una vorágine, mis intestinos se retuercen. ¿Cómo él, un campesino de cuerpo colosal, de manos de acero, de ríos de sangre crecidos a causa de la tormenta, cómo, repito, se ha acercado a mí para que lo abrece, para recibir calor? ¿Quién soy yo para merecer tanta vida en mi regazo? Es como si la inocencia hecha hombre quisiera sentir mis brazos rotos.

-Tú serás único en el mundo para mí, y yo seré único en el mundo para ti- Nos ponemos de acuerdo. Hacemos ese trato. -¿Sabes que con ese pacto nos convertimos en novios?- Lo sé. -¿Estás seguro?- Sí. ¿No te burlas de mí?- No, tú lo sabes. Desde que hablábamos, hace tiempo, lo sabemos. Creo que con eso se refería a que nuestras miradas han permanecido atentas, han asechado en el jardín, se han asomado por las ventanas de la imaginación esperando el momento preciso. Y es ahora. Llegó el momento y su mirada como claro de luna me sano. Me siento sano.

Gracias y Benito seas por Dios.

viernes, 25 de junio de 2010

Acta de ordenación sacerdotal



En tus tierras de recuerdos, México,
me convertí en el Oyente de la Palabra.
Fui ordenado sacerdote de la estética sanadora;
celebro en el templo del mundo de las ideas.

Como el Quijote también recibí mis armas,
soy caballero de la Palabra bella,
me nombró como tal un caballero de los rosotros de cristo.
Su poder pasó a mí como de Elías a Eliseo.
Tengo su capa.

Bienaventuranza



Los músculos guardan la electricidad primigenia;
conservan la voluptuosidad de la palabra creadora.
La velocidad difumina el espíritu,
el espíritu se deja llevar.

Por eso no dudes de sentir con tu carne.
Acaricia cuando tengas oportunidad;
siente la fuerza de la masa, del tumulto
en los recipientes etéreos de tus sentidos.

Quien obra así vivirá para siempre,
será feliz en el paraiso de la eterna sensación.

Las palabras



Las palabras son un camposanto;
yacen en la fosa del inconsciente humano.

Las palabras esperan un profeta;
alguien que sople sobre sus huesos secos,
algún demiurgo que les diga -vivan-

Ante el profeta se articulan, relinchan,
las palabras.

La materia anhela



La materia anhela ser espíritu...
guarda como un tesoro
el tambor que resuena
en lo más profundo
de la selva humana.

sábado, 12 de junio de 2010

Las lágrimas tienen memoria



Las lágrimas también recuerdan,
por eso, a veces, lloran.
Ellas agitan su sal en las mareas de la historia.
Guardan un silencio repleto de verdades.

El presente es un anciano piadoso,
el pasado, una indígena de brazos fuertes,
y el futuro, un águila que rompe con sus garras el dique de la vida.
Caducidad y eternidad se fusionan en el único y estable ahora,
siempre antiguo y siempre nuevo.

Por eso, cuando lloro recuerdo mares salitres,
y la sal cura mis heridas.

jueves, 13 de mayo de 2010

Pintor que sueñas


Sueñas con la vida a pesar de tu muerte.
Lobos del sigilo te pensiguen,
solo escapas cuando llegas a un meandro de tu espíritu.
En el silencio curas de color tus heridas.

Aún no has creado, oh Dios, tu aliento todavía no es Palabra,
la garganta no converge la energía de tu soplo,
eso está a punto de suceder,
y ya la hybris de tus hijos en tu sueño reniegan de ti.

Disculpa mi osadía de monje blanco,
en el jardín de la forma y del color no se deben repetir errores,
no faltaré al antiguo crimen de imitarte de manera negativa.
Quiero destruir mi efigie, fetiche idolátrico brulador de tu esencia.

Cervatillo has abierto


Has abierto, cervatillo, una ventana.
Ya no hay detalle en tí; todo es nada.
Te despojaste hasta del líquido de tus venas.
Ya no caminas a la fuente de agua en la montaña, la tienes en tí.

Eres arena del desierto, voz del silencio.
Eres fuego de cenit, ardor primigenio.
La tarde suelta de la cárcel sus sombras,
tú comienzas el gran día.

Soy el anciano


Soy en anciano que camina
presto a la muerte.
Llevo en mis arrugas la vida
engendrada desde el Alfa.

Tengo: la mano en el bastón, falo salvador,
la mirada en el horizonte, madre tierra.
Camino envuelto en el azul del viento,
me dirige en una danza de oxígeno eterno.